Hernando González López
Hace 21 años, México iniciaba una gran transformación tecnológica para reducir su brecha digital. Al arranque del nuevo milenio, el internet comenzaba su expansión en las grandes ciudades del país, como el entonces Distrito Federal, Guadalajara, Monterrey, Chihuahua, Tijuana, Puebla, Mérida, Nuevo Laredo, Saltillo, Oaxaca y los principales destinos de playa.
Entonces no había Facebook, Twitter, TikTok, Instagram, WhatsApp ni LinkedIn. Quienes buscábamos empleo en el año 2000 salíamos a penas salía el sol a comprar El Gran Diario de México, porque se agotaba. Ya con el ejemplar en nuestras manos, literalmente, nos zambullirnos en el ahora venido a menos Aviso Oportuno, revisando uno a uno los anuncios donde se ofertaban empleos.
Yo solía comprar la edición dominical porque justo ese día se publicaba la versión más amplia del famoso suplemento. Mi intención era de salir el lunes a primera hora y ganarles a los otros desempleados la anhelada entrevista de trabajo. ¡Al que madruga, Dios le ayuda!, eso so decía mi abuela. Cuanto hubiera dado porque fuera así. Pero la realidad era otra. La mayoría de los anuncios incluía una leyenda injusta y altamente discriminatoria: egresados o estudiantes de la UNAM, abstenerse.
La Universidad Nacional se había mantenido en paro de actividades por más de 10 meses y si bien debo reconocer que el arrojo de un grupo de jóvenes fue determinante para impedir el incremento en las cuotas escolares; también es cierto que la prolongación del paro luego de que la propuesta se echo atrás, dañó la imagen y el prestigió de la institución. Sobre todo, entre los empleadores, quienes supongo veían en la intransigencia estudiantil una amenaza en sus centros de trabajo.
Hace 21 años, Vicente Fox Quesada, el peculiar abanderado del Partido Acción Nacional y la Alianza para el Cambio, ganaba las elecciones presidenciales, convirtiéndose así en el primer candidato “opositor” en vencer al PRI, tras 71 años en el poder.
El nuevo milenio marcó la historia reciente del país y mi vida personal. Todos, hasta quienes desconfiaban de la derecha tenían enormes expectativas de cambio. Poco antes de las elecciones, la Asamblea Legislativa del Distrito Federal recibía una iniciativa para modificar la legislación penal en materia de aborto, con lo cual se ampliarían las algunas causas de despenalización y se establecerían mecanismos para acceder a esa práctica por violación o por inseminación artificial no consentida.
Todos estaban ilusionados con la llamada alternativa en el poder…Todos, menos los universitarios, que además de no encontrar empleo, estábamos estigmatizados. Muchos analistas cuestionaron por esas fechas la conducción de la representación estudiantil, conocida como Consejo General de Huelga, por no reconocer a tiempo qué habían triunfado, levantar el paro y evitar ese daño a miles de universitarios.
A título personal no les escatimo sus conquistas, pero coincido con quienes piensan que se empantanaron en nimiedades y perdieron de vista que ya habían ganado la batalla de la gratuidad universitaria.
Finalmente, yo encontré empleo, hasta el 2002, pero sé de muchos compañeros y amigos muy talentosos que, debido al paro, abandonaron sus estudios; perdieron un año de clases, no se pudieron titular en el 2000, decidieron continuar estudiando en otras universidades o de plano no encontraron empleo formal, se olvidaron de ejercer y sobrevivieron durante un buen tiempo como taxistas o vendedores ambulantes.
Comparto con ustedes mi experiencia motivado por el paro de actividades académicas que prevalece en una veintena de entidades académicas de mi Universidad desde marzo pasado, en solidaridad con docentes de asignatura y ayudantes de profesor afectados por el retraso de sus pagos, situación originada, entre otras cosas, por el confinamiento y la consecuente suspensión de actividades administrativas debido a pandemia.
De acuerdo con información proporcionada por la propia UNAM, el rezago en el se ha subsanado en su totalidad e, incluso, en breve se contará con un sistema más actualizado, claro y transparente de los pagos al personal académico.
Si entiendo bien, el problema que originalmente provocó el paro está resuelto y lo que ahora mantiene paralizada a una buena parte de la Universidad son otras demandas de carácter laboral, pues, incluso, la mayoría de las exigencias en materia de género que se plantearon en los planteles en paro, han sido resueltas o están en proceso de solución.
Parece que estoy viviendo de nuevo lo que enfrentamos el año 2000. Solo agregaré una reflexión más. Hace 21 años, el Producto Interno Bruto de México crecía al ritmo de 4.9%, pero ahora, debido a parálisis económica generada por la emergencia sanitaria del SARS-CoV 2, la economía se contrajo en 8.5% a tasa anual el año pasado, y durante ese fatídico 2020 se perdieron cerca de 650 mil empleos, según los datos del gobierno federal.
Tal vez la actual suspensión de actividades no ha dañado el prestigio de la UNAM, pues a diferencia de la ocurrida en 1999, esta es virtual (aunque eso habría que demostrarlo con a un análisis detallado), pero es un hecho que miles de jóvenes universitarios que ven resuelto el actual “conflicto”, verán truncados sus objetivos personales, académicos o laborales, igual que le sucedió a mi generación.
Hace 21 años, la UNAM abría la Casa de las Humanidades, en el centro de Coyoacán; hoy, a 255 meses después, fuerzas oscuras, no sé si propias o externas, cierran sus puertas ante un conflicto que ha sido resuelto en su parte medular.
La pregunta que debemos hacernos es ¿Quién se beneficia con alargar el conflicto estudiantil de la UNAM?