MUJER Y POLÍTICA

Hace 150 años, en 1871, para ser exactos, la palabra feminismo se utilizó por primera vez al ser incluida en la tesis doctoral del francés Ferdinand-Valère Fanneau con la intención de describir una patología que afectaba a los hombres tuberculosos y que producía, como una reacción secundaria, la feminización del cuerpo masculino.

Un año después, Alexandre Dumas hijo retomaba la noción medica del feminismo en uno de sus panfletos políticos para describir a los hombres que muestran comunión con la causa de las mujeres que luchaban por el voto y la igualdad política.

A siglo y medio de las primeras referencias semánticas sobre este movimiento social, paradójicamente expresadas por los hombres, bien vale la pena preguntarse ¿qué entendemos hoy, en 2021, por feminismo? ¿Cuál es la ruta que debemos seguir para la emancipación femenina?

Independientemente de sus múltiples variantes (hay quienes cuantifican hasta 18 tipos de feminismo: filosófico, radical, abolicionista, liberal, de la igualdad, de la diferencia, factual o científico, marxista, postcolonial, anarquista, negro, lésbico, cultural, separatista, ciberfeminismo, ecofeminismo, disidente y provida), la única verdad irrefutable es  que el feminismo es una expresión que busca denunciar y revertir la desigualdad histórica entre hombres y mujeres y las diferentes formas de violencia hacia ellas.

Para algunas el camino a seguir está en el activismo, en las calles, en la destrucción del sistema patriarcal. Respeto este planteamiento y, de hecho, comparto con ustedes que yo soy una de las mujeres que piensan así. Sin embargo, creo que no debemos renunciar a la lucha para lograr una mayor representatividad política y, desde las instituciones, con la creación de nuevas políticas púbicas, lograr las anheladas transformaciones.

De acuerdo con informe del Banco Mundial, “solo el 22% de lo parlamentos y el 5% de las alcaldías en el mundo están en manos de mujeres”. En México, nuestra participación pública ha sido tan marginal que fue hasta el 3 de julio de 1955 cuando por primera acudimos a las urnas a emitir un voto, para elegir a los diputados federales de la XLIII Legislatura.

En la actualidad, según información de Imujeres, solo el 21.7% de las presidencias municipales en nuestro país están en manos de mujeres, Y en el Poder Judicial, la situación es muy similar, pues solo el 27.7% de los cargos de primera línea recaen en mujeres.

Es evidente que las mujeres seguimos sin tener suficiente representación en la vida pública y en la toma de decisiones. Por eso, debemos acceder a las tribunas, hacer valer nuestra voz y nuestras necesidades; crear leyes igualitarias y trascender la anécdota misógina del origen del feminismo.

Solo añadiré un dato más para sustentar mi propuesta de votar este 6 de junio por mujeres para luego exigirles una perspectiva de género en su labor política: las jóvenes mexicanas tienen casi cuatro veces más probabilidades de no trabajar ni estudiar que sus pares masculinos, entre otras cosas por el embarazo adolescente: tres de cada cinco mujeres que no estudian ni trabajan, pues son madres.

¡Hagamos nuestro el reto de forzar los cambios desde las instituciones!

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